Y como de sabios es rectificar, a la vista del interés despertado en la XX edición del PRODIAM ¡hay que ver, veinte años ya, celebrándolo, y con visos de fortaleza y buena salud! - debo reconocer que la idea del certámen era, y sigue siendo, un acierto innegable.
Y no hago referencia al número de asistentes (que se mantiene, más o menos, cada nueva edición), sino al hecho de que, pese a los cambios de localización, a la crisis que hace difícil dedicar tiempo, a mantenerse al día de las nuevas cuestiones y los viejos problemas que nos aquejan, se pueda adivinar, año tras año, un aumento de la pujanza del Congreso.
Ciertamente, somos bastantes los que podemos ser considerados ‘habituales’ del PRODIAM. Pero no es menos verdad que, año tras año, aparecen numerosos jóvenes, de los que inician su andadura en la actividad de la joyería (entendiendo como tal, no solo la venta de artículos de tal índole, sino el conjunto de actividades profesionales ––tasación, lapidación, diseño, engastado, etc.–– que la componen y complementan.
Y son, precisamente, esos miembros de la ‘nueva savia’ los que con más fuerza intervienen en los debates y ponencias, con preguntas no solo adecuadas sino, en muchos casos, afiladas y certeras, dirigidas al meollo de las cuestiones debatidas.
Y la enseñanza que saco es que, pese a lo que yo creía, el PRODIAM está muy vivo, porque la Joyería Española también lo está.
