Con estos informes pasa igual que cuando anuncian bajadas en el precio del petróleo. Hasta que de verdad se le aplique al consumidor cuando reposta en la gasolinera, pasará un tiempo más o menos largo, si es que se le llega a aplicar. El lenguaje de la calle es un ente vivo que sigue sus derroteros al margen de normas de academias u organismos competentes.
En definitiva, que los soldaditos de infantería que estamos en la trinchera del mostrador tendremos que seguir recibiendo la metralla de palabros inventados y términos incorrectos que no se sabe por qué una vez que explosionan no hay manera de pararlos.
Hay clientes a los que se les puede corregir dándoles la información precisa de la manera más sencilla posible y lo agradecen y otros con los que es imposible lidiar.
En este campo caen los que se interesan por propiedades esotéricas de las gemas con los que hay que actuar con mano izquierda para hacerles ver que a los gemólogos en cosas de espíritus no nos dieron mucha formación.
Y luego están los incorregibles.
Hace unos días una señora me preguntó si tenía rubíes hidrolisados. Le respondí que con ese nombre no existían rubíes y cuando le expliqué que para que se de una reacción de hidrólisis es preciso que la sustancia sea soluble en agua, cosa que no ocurre con un cristal de rubí, me cortó en seco diciéndome que sí que existían y que ella lo sabía porque se lo había dicho una amiga suya que había trabajado como dependienta en una tienda de una conocida marca.
Ante el contundente argumento opté por ahorrar saliva e implorar que la CIBJO nos ampare.
