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ART & VALUE

Dresde: una ciudad de cultura barroca a orillas del rio Elba

La presidenta de AETA, Erila Junglewitz, hace un recorrido por el lado más cultural de la ciudad alemana

jueves 29 de octubre de 2015, 11:35h

La caída del 'telón de acero' hace ya 25 años no solamente libró de fronteras para viajar a los habitantes de la parte oriental de Europa, sino también a los que vivíamos en la parte occidental. Aprovechándolo solemos viajar todos los años para conocer un trocito más de los lugares que nos estuvieron vetados hasta hace no tanto.

Dresde: una ciudad de cultura barroca a orillas del rio Elba

Hace algún tiempo visitamos a Dresde, capital de Sajonia, también conocida desde el siglo XVIII como la 'Florencia del Elba' por su magnífica situación geográfica. La ciudad fue tremendamente castigada y destruida, casi en su totalidad, en los últimos días de la II Guerra Mundial.

Pero poco a poco han sido reconstruidos muchos de sus edificios históricos como la Ópera Semper, la Iglesia de Nuestra Señora, la Catedral, la Galería de los Antiguos Maestros, como tantos otros y naturalmente el Palacio Residencial que albergó la enorme colección de arte de Federico Augusto II, príncipe de Sajonia y Rey de Polonia, más conocido por Augusto el Fuerte.

Este hizo acondicionar un ala de su palacio para exhibir allí sus tesoros. Estas salas recibieron el nombre de Bóveda Verde por su arquitectura y porque en la decoración predominaba este color. Después de una exhaustiva recuperación y restauración, donde participaron cerca de 420 especialistas y artesanos, en otoño del 2006 el Gruenes Gewoelbe volvió a abrir sus puertas al público.

Desde entonces cada hora pueden entrar unos 100 personas a través de sus esclusas, para admirar unos 1000 (de un total de 3000) obras de orfebrería y joyería expuestas entre sus 10 salas, entre ellos destacan, el Salón de Ámbar, el de Marfil, el de la Plata Blanca, el de Plata Dorada, el de las Piedras Preciosas, el de las Joyas, con obras del maestro joyero Johann Melchior Dinglinger o del escultor Balthasar Permoser y las almas gemológicas no deberían olvidar buscar entre todas las alhajas, al famoso Diamante verde, supuestamente el más grande del mundo.

Naturalmente esta ciudad tiene muchas otras cosas por visitar pero limitándonos solamente a las obligaciones de nuestra profesión, su visita nos antoja imprescindible en un recorrido por el Norte europeo.

El mes que viene os hablaremos de otra joya, esta vez relojera, llamada Glashuette.