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El Palacio Topkapi de Estambul recoge ;en una muestra ;más de 200 relojes de los sultanes otomanos (II)

GOLD&TIME ;repasa en este reportaje en dos entregas la evolución de la relojería turca y europea durante tres siglos

viernes 07 de junio de 2013, 07:00h
Reloj de pared británico del siglo XIX con repique de horas e incrustaciones de madreperla.
Reloj de pared británico del siglo XIX con repique de horas e incrustaciones de madreperla.

Este mes de junio se cumple un año desde que se abrió al público la muestra, compuesta de 200 relojes desde el siglo XVII al XIX, adquiridos o regalados por los gobiernos extranjeros. Desde las manufacturas turcas y sus influencias europeas que comentamos en el artículo de ayer, pasamos a los relojes procedentes del viejo continente. Un reflejo de la técnica y de la sociedad del momento, a través de estas máquinas del tiempo.

El Palacio Topkapi de Estambul recoge ;en una muestra ;más de 200 relojes de los sultanes otomanos (II)

Relojes alemanes y austríacos

La pieza alemana más antigua de la colección es un reloj de péndulo del siglo XVI. La mayoría de las máquinas alemanas presentes son de mesa o de pared como el Renaissance; una pieza absolutamente contemporánea con caja musical o el Black Forest, un reloj de mesa encastrado en una elegante caja de madera oscura. Este último fue un regalo del emperador Guillermo II al sultán Abdulhamid II, en el siglo XIX.

La colección cuenta también con piezas procedentes del Imperio Austro Húngaro. Se sabe que el emperador Rodolfo II envió un reloj automático al sultán Murda III en torno al año 1750, aunque la pieza más antigua del museo corresponde a 1720. Es un reloj de mesa con caja de oro y gemas firmado por ; Joseph Dershinger. Los siguientes son del siglo XIX, como otro reloj en miniatura, hecho en plata y otros dos también de mesa, con mecanismo musical, fabricados en Viena.

Relojes británicos

El más moderno data del siglo XVII; es un reloj de mesa con caja en forma de tulipán, aunque se sabe que a la corte llegaron otros relojes con anterioridad. De hecho, consta que la reina Isabel Ie hizo llegar uno a su homónimo turco en 1583.

Los artesanos británicos produjeron a lo largo del siglo XVIII una amplia variedad de relojes musicales y también marcaron tendencia las cajas fabricadas en caparazón de tortuga. Un material muy del gusto otomano, que solía decorar muebles, puertas y ventanas con incrustaciones de este material. Para 'captar' a este mercado, los británicos también usaron numeración arábica en lugar de la habitual romana.

Uno de los ejemplos más notables presentes es un gran reloj de pared del siglo XIX. Un mecanismo con órgano musical y repique de horas, con numeración arábiga y decorado con voluptuosas incrustaciones de madreperla. También hay varios modelos firmados por la manufactura Markwich-Markham Borrel que destacan por la riqueza de sus incrustaciones en plata y piedras preciosas, de la misma centuria.

Relojería suiza

Los relojes suizos entraron en la colección de los sultanes a partir del siglo XIX cuando la influencia británica comienza a declinar en favor de las manufacturas alpinas. La mayoría de la colección son relojes de bolsillo. Un par de ellos están provistos de tapa protectora en la que aparecen retratados dos sultanes de la época, del siglo XIX. También pueden verse mecanismos decorados con esmaltes y, entre las curiosidades, destacan dos relojes-pistola firmados por los hermanos Rochat, de La Chaux de Fonds.

Por su parte, la primera muestra de relojería francesa data del año 1675, con un reloj de mesa fabricado en París por De Baufre. Una de las joyas de la colección es un reloj de siete péndulos simpáticos fabricado por Breguet y que tuvo un importante éxito entre los palacios europeos de la época. Fue Napoleón Bonaparte quien le hizo llegar al sultán Mahmud II uno en el que aparecen escenas del Bósforo y el Cuerno de Oro.

*El artículo completo, en el Periódico Gold&Time del mes de junio

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